Al tener claro de que era más fuerte de lo que pensaba digo más difícil de morir de lo que pensaba –me refiero al sol– pasé la noche tranquilo en vela como de costumbre pero bastante relajado ya no tenia tantas cosas por las que preocuparme puesto que pronto conocería a los amigos de John e Imael solo esperaba que fueran chicos, chicas o ancianos lo bastante simpáticos como para no aniquilarme con una mirada por sentirse amenazados con mi presencia –cosa que dudaba–, vi como John durmió placenteramente toda la noche y en lo que empezó a amanecer quise probar si mis ojos se transformarían por la claridad y serían purpuras como dijo Imael el día anterior, teniendo claro que no poseía los anteojos resolví tomar un camino que vi poco transitado para no ahuyentar a las personas si mis ojos se volvieran demasiado -morados-, lo hice y en cuanto salí que el resplandor se poso en mi rostro busque en ipso facto algo que reflejara mis ojos lo único que encontré en las adyacencias de esa solitaria calle fue una botella la golpee contra el suelo, se partió y pude ver que Imael no me había mentido, tenia los ojos purpura como las orquídeas que color tan fascinante e impresionante y mas si lo ves en los ojos de alguien ¿no? En este caso lo vi en mis facciones, ya sosegada mi incertidumbre volví lleno de alegría donde John para contarle que pude ver mis ojos pero no estaba, al divisar que estaba completamente vacio el lugar me devolví por donde entré para seguir conociendo la ciudad y –a mi mismo– lo primero que hice fue ver de donde diablos sacaba los anteojos para poder pasar desapercibido delante de los demás, era obvio que no tenia ni un solo céntimo en mis bolsillos por lo que comprarlos era imposible, en ese entonces volví a sentir un poco de apetito pero era controlable lo que sentía de manera que me arriesgué a darle largas al asunto ya que lo que me importaba en ese momento eran los anteojos, subí a los techos de las casa y como era tan rápido supongo que casi ni podía verse cuando me movía por la velocidad con la que lo hacía, observe desde lo alto la ciudad preguntándome si Samantha se encontraba en alguna parte de la misma simulando ser una humana más o quien sabe que cosa estaría haciendo pero sé que dediqué unos pocos minutos a enfocarla en mi mente y volví a lo que estaba con anterioridad, conocer la ciudad y como conseguir los anteojos, no pude creerlo cuando giré mi cabeza y vi sentado a mi lado nada mas y nada menos que a Imael con su sonrisa tan… descarada, burlona que me sacaba de quicio con tanta facilidad, le pregunté que hacia ahí y alcanzo a responder que me acompañaba y que había estado buscándome para decirme que mañana regresarían los chicos y que debía mantenerme en silencio que si cometía alguna imprudencia me mataría a lo que no le creí porque era lo bastante irónico como para notar de que se trataba de otro de sus malos chistes y así como llegó se fue, si me pareció que yo me movía rápido aquel chico era realmente un rayo, seguí buscando a mi alrededor de donde sacaba los anteojos cuando veo a una preciosa morena que va cruzando la calle el olor y la mirada de aquella chica me enloquecieron y devolvieron mis deseos de alimentarme pero ella no era mi tipo de –alimento- quería alguien que mereciera morir no a una chica que tenia apariencia indefensa como un pajarito enjaulado, tuve una mirada general de cuanto se movía a mi alrededor y localice a un hombre que acababa de matar a otro quien sabe porque cosa pero lo había hecho y olía tanto a sangre que fui en su acecho, cuando lo tuve cerca me abalance sobre su cuerpo y sin que se diera cuenta succione todo su fluido sanguíneo, estaba verdaderamente delicioso -creo que tengo cierta debilidad por las personas de la mala vida- esa sangre que no era pura, era como un veneno que me quemaba los labios y cada poro de mi cuerpo lo disfrutaba tanto como un niño disfruta de su primer biberón, estaba fuerte pero quería volver a entonces di media vuelta y lo deje ahí inerte, mas frio y pálido que yo, había dado la muerte a otro y en menos de lo que se imagino encontró la suya, me fui y regrese a ya se encontraba John en ella y le pregunte como podría conseguir los anteojos para poder lucir mi nuevo aspecto por las calles de la ciudad me dijo que tenia un dinero ahorrado que me lo daría en calidad de préstamo y cuando pudiera se lo devolviera acepte y volví a salir pero esta vez para comprar mis anhelados anteojos, entré a la primera tienda de lentes que conseguí y escogí un modelo sencillo nada exuberante como los de Imael, eran negros con azul, cancelé los pocos dólares que me costaron y salí con ellos puestos listo para conocer a las personas y todo lo que se me pasara por el frente sin necesidad de esconderme…
Condesa
No hay comentarios:
Publicar un comentario